Archipielago Gulag - Страница 9
—¡A ver si termináis ya! ¡Aquí se despacha deprisa!
Cerca de mí estaba uno de los tanquistas, un teniente primero alto y sombrío, natural de Rostov. Tenía por toda la cara una capa de polvo metálico o de humo, pero se advertía perfectamente una gran cicatriz roja que le cruzaba la mejilla.
—¿Qué quiere decir «aquí»? —preguntó en voz baja, sin mostrar prisa por volver a un calabozo que olía a queroseno.
—¡Aquí, en el SMERSH! —espetó el brigada con orgullo y con mayor estruendo del que en realidad hacía falta. (A los agentes del contraespionaje les gustaba mucho aquella palabra chapuceramente compuesta de «muerte» y «espías». Les parecía aterradora.)
—Pues allí de donde venimos se despacha despacio —respondió meditabundo el teniente primero. Su casco se había inclinado hacia atrás descubriendo una cabeza aún no rapada. Su trasero, curtido en el frente, estaba encarado al agradable y frío vientecillo.
—¿Y dónde es «allí»? —vociferó el brigada, otra vez con más fuerza de la necesaria.
—En el Ejército Rojo* —respondió con mucha calma el teniente desde su posición en cuclillas, midiendo con la mirada al que podría haber sido artillero.
Éstas fueron mis primeras bocanadas de aire carcelario.
2. Historia de nuestro alcantarillado
Ahora, cuando se denuncian las arbitrariedades del culto a la personalidad,se citan siempre, una y otra vez, los funestos años de 1937 y 1938. La sola mención de este periodo puede dar a entender que ni antesni despuésse encarcelaba a nadie, que ello sólo tuvo lugar en 1937-1938.
Puedo asegurar sin temor a equivocarme que la riadade 1937-1938 no fue la única, ni siquiera la principal, sino apenas una de las tres grandes riadas que colmaron las siniestras y fétidas cañerías de nuestro alcantarillado penitenciario.
Antes se produjo la riada de los años 1929-1930, todo un buen río Obi, que arrastró a la tundra y a la taiga a unos quince millones de campesinos (si no fueron más). Los campesinos son, sin embargo, un pueblo mudo y sin escritura y no nos legaron quejas ni memorias. Los jueces no penaban con ellos de noche, ni perdían el tiempo levantando actas, pues bastaba con una disposición del soviet rural. Esta riada corrió hasta quedar absorbida por el hielo perpetuo, y ni las mentes más inquietas guardan recuerdo de ellas, como si ni siquiera hubiera afectado a la conciencia rusa. Y sin embargo, éste fue el más grave crimen que cometiera Stalin (y nosotros con él).
Después hubo la riada de los años 1944-1946, larga como un buen río Yeniséi: embutieron por las cañerías a naciones enteras y a millones y más millones de hombres que habían sido prisioneros de guerra (¡por culpa nuestra!), [11]conducidos a Alemania y posteriormente repatriados. (Stalin cauterizaba las llagas para que se formara cuanto antes una costra y el cuerpo del pueblo no pudiera descansar, tomar aliento ni rehacerse.) Pero también era ésta una riada de gente sencilla, de la que no escribe memorias.
En cambio, la riada de 1937 arrolló y arrastró al Archipiélago a gente de posición, a gente con un pasado en el partido, a gente culta, que dejaban atrás en las ciudades a muchas personas afectadas, de las cuales no pocas eran gentes de letras. Ahora todos escriben a la vez, todos hablan y recuerdan: ¡El treinta y siete! ¡Todo un Volga de sufrimiento popular!
Pero si a un tártaro de Crimea, a un calmuco o a un che-cheno le nombras el «treinta y siete» no hará sino encogerse de hombros. ¿Y qué representa en Leningrado el treinta y siete si antes tuvimos el treinta y cinco? ¿Acaso no fueron más duros los años 1948-1949 para los reintidentesy los bálticos? Y si las personas celosas del estilo y de la geografía me reprochan haber pasado por alto otros ríos de Rusia, sepan que aún no he nombrado todas las riadas, ¡denme más páginas! Los afluentes formarán los ríos que faltan.
Sabido es que todo órgano que no se ejercita acaba atrofiándose.
Así pues, si sabemos también que los Órganos(esta abyecta palabra se la pusieron ellos mismos), exaltados y elevados por encima de todo lo viviente, no han perdido por atrofia ninguno de sus tentáculos, sino que, al contrario, han desarrollado otros y han fortalecido su musculatura, resulta fácil imaginar que ello se debe al ejercicio continuo.
En las cañerías se producían pulsaciones, ora la presión era superior a la planificada, ora era inferior, pero los canales penitenciarios nunca fluyeron vacíos. Por ellos corrían constantemente la sangre, el sudor y la orina y, con ellos, todos nosotros. La historia de este alcantarillado es la historia de un incesante tragar y fluir, sólo que las crecidas alternaban con los estiajes, y de nuevo venían las crecidas, los arroyos se juntaban, ora más grandes, ora más pequeños, y de todas partes afluían arroyos y arroyuelos, chorros de los desagües o simples gotas aisladas.
La enumeración cronológica que reproducimos a continuación, en la que se mencionan tanto riadas de millones de presos como arroyos de simples e imperceptibles decenas de personas, dista mucho de estar completa, es pobre, limitada por mis capacidades para penetrar en el pasado. Precisa aún de muchas puntualizaciones por parte de quienes conocieron aquello y continúan en el mundo de los vivos.
* * *
Lo más difícil de esta enumeración es empezar. Porque cuanto más se profundiza en las décadas pasadas menos testigos quedan, más se han apagado y oscurecido las voces, y no existen crónicas o están guardadas bajo llave. Y porque no es del todo justo medir por el mismo rasero los años de máxima crueldad (la guerra civil) y los primeros años de paz, en los que sí cabía esperar clemencia.
Pero antes ya de la guerra civil era evidente que Rusia, con su estructura de población, no servía, naturalmente, para ningún socialismo, que estaba llena de porquería. Uno de los primeros golpes de la dictadura cayó sobre los kadetés (el peor virus revolucionario en tiempos del zar y el peor virus de la reacción bajo el poder del proletariado). A finales de noviembre de 1917, en la primera convocatoria frustrada de la Asamblea Constituyente,* el partido de los kadetés* fue declarado fuera de la ley y empezó el arresto de sus miembros. Por esas fechas se llevó a cabo el embarquede la Unión para la defensa de la Asamblea Constituyente* y de la organización Universidades de Soldados.*
Por el sentido y el espíritu de la revolución es fácil adivinar que durante estos meses se llenaron las prisiones de Kresti, Butyrki,* y otras hermanas suyas provinciales, con grandes hacendados, destacados hombres públicos, generales y oficiales, y también con funcionarios de los ministerios y de todo el aparato estatal que no acataban las disposiciones del nuevo régimen. Una de las primeras operaciones de la Cheká fue arrestar al comité de huelga del Sindicato de Funcionarios de Rusia. Una de las primeras circulares del NKVD (diciembre de 1917) decía: «En vista del empecimiento (sabotaje) de los funcionarios... poner en práctica la máxima iniciativa propia in situ, sin desdeñarlas confiscaciones, la coacción ni el arresto». [12]