Archipielago Gulag - Страница 15
Veamos otro caso. En aquel mismo año, en París se reunieron los liceístas [30]emigrados para celebrar la tradicional fiesta «pushkiniana»* del Liceo. Los periódicos hablaron de ello. No cabía duda, de que se trataba de una estratagema del imperialismo herido de muerte. Y se arrestó a todos los liceístas que quedaban en la URSS y de paso a los de la «Academia Jurídica» (otra institución privilegiada).
Hasta ese momento la hornada de Voikov sólo se había visto limitada por las proporciones del SLON —Campo de Destino Especial de Soloviets—. Pero el Archipiélago Gulag tenía desde su aparición naturaleza maligna, y pronto la metástasis habría de extenderse por todo el cuerpo del país.
Quien prueba repite. Hacía ya tiempo que convenía acabar con la intelectualidad técnica, que se consideraba —exageradamente— insustituible y no había querido acostumbrarse a captar las órdenes al vuelo.
En nuestro país nunca hemos confiado en los ingenieros, desde los primeros años de la revolución ejercitamos una sana desconfianza obrera y un control sobre esos lacayos marcados por el servicio a antiguos amos capitalistas. No obstante, en el periodo de la reconstrucción les permitimos, pese a todo, que trabajaran en nuestra industria, y desviamos toda nuestra fuerza de clase contra el resto de la intelectualidad. Pero cuanto más maduraba nuestra dirección económica, el Consejo Superior de Economía Nrind y el Comité de Planificación Estatal,* y aumentaba el número de planes, y a medida que estos planes chocaban entre sí y se desplazaban unos a otros, más se ponía de manifiesto la esencia empecedora de los antiguos ingenieros, su falsedad, astucia y venalidad. El Centinela de la Revolución aguzó la vigilancia y ahí donde ponía el ojo descubría al instante un nido de empecimiento.
Esta labor de saneamiento siguió a plena marcha a partir de 1927, y enseguida reveló nítidamente al proletariado la causa de todos nuestros fracasos y reveses económicos. En el Comisariado del Pueblo para los Transportes (en los ferrocarriles) había empecimiento (de ahí que fuera difícil coger un tren, de ahí los altibajos en el abastecimiento de mercancías). En la Red de Centrales Eléctricas de Moscú había empecimiento (interrupciones en el suministro eléctrico). En la industria del petróleo había empecimiento (no hay quien encuentre queroseno en las tiendas). En el sector textil había empecimiento (el obrero no tiene con qué vestirse). En la industria hullera el empecimiento es colosal (¡por eso pasamos frío!). ¡En las industrias metalúrgica, militar, de maquinaria, naval, química, minera, del oro y del platino, en los regadíos, en todas partes dábamos con purulentos abscesos de empecimiento! ¡Por todas partes había enemigos, provistos de reglas de cálculo! La GPU está ya sin aliento de tanto agarrar y arrastrar empecedores. En las capitales y provincias se organizan comisiones de la OGPU y tribunales proletarios para acabar con esta viscosa carroña, y cada mañana los trabajadores se enteraban con asombro (o a veces ni se enteraban), a través de los periódicos, de nuevas acciones abyectas. Oían hablar de Palchinski, de Von Meck, de Velichko, [31] 6pero ¡de cuántos no ha quedado ni el nombre! Cada rama de la industria, cada fabrica, cada cooperativa artesanal debía buscar el empecimiento en su seno, y apenas empezar lo encontraban (con la ayuda de la GPU). Si un ingeniero de una promoción anterior a la revolución no había sido aún desenmascarado como traidor, con toda seguridad se podía sospechar que lo era.
¡Y que hábil maldad la de esos antiguos ingenieros, de qué diversas y satánicas formas sabían empecer! En el Comisariado del Pueblo para los Transportes, Nikolái Kárlovich von Meck fingía una gran fidelidad a la construcción de la nueva economía, podía hablar animadamente largo rato de los problemas económicos relativos a la construcción del socialismo, y le gustaba dar consejos. Uno de sus más perniciosos consejos fue el de formar trenes de mercancías más largos porque el peso no era peligroso. Por medio de la GPU Von Meck fue desenmascarado (y fusilado): ¡quería conseguir el desgaste de las vías, de los vagones y de las locomotoras, y dejar a la república sin ferrocarriles en caso de una intervención extranjera! Guando poco tiempo después, el nuevo Comisario de Transportes, el camarada Kaganóvick, ordenó precisamente la circulación de convoyes incluso dos y tres veces más pesados (por este descubrimiento, a él y otros dirigentes se les concedió la Orden de Lenin), entonces estos malvados ingenieros fueron denunciados como partidarios de la restricción:*clamaban que era demasiado, que aquello desgastaba de forma perjudicial el material rodante, y fueron justamente fusilados por no creer en las posibilidades del transporte socialista.
Hubo que luchar durante varios años contra estos partidarios de la restricción. En todas las ramas de la industria esgrimían sus cálculos y fórmulas, obcecados en no comprender que los puentes y las máquinas salen ganando mucho con el entusiasmo del personal. (Fueron años de cambio radical de toda la psicología popular: se ridiculizaba la sabia previsión del pueblo, de que las cosas hechas deprisa nunca salen bien, y sacarse de encima el viejo dicho: «vísteme despacio...».) Lo único que retrasaba a veces el arresto de los viejos ingenieros era que su relevo aún no estaba suficientemente preparado. Nikolái Ivánovich Ladyzhenski, ingeniero jefe de las fábricas de material de guerra de Izhevsk, fue arrestado primero por «sus teorías restrictivas» y «su fe ciega en los márgenes de seguridad», según los cuales consideraba insuficientes los fondos asignados por Ordzhonikidze para ampliar las fábricas. (Cuentan que Ordzhonikidze nunca hablaba con los viejos ingenieros sin antes poner sobre el escritorio una pistola a la derecha y otra a la izquierda.) Pero luego lo pasaron a arresto domiciliario y lo mandaron a trabajar en su puesto anterior (sin él la empresa se venía abajo). Y aunque logró enderezar la situación, los fondos seguían tan insuficientes como antes, por lo que fue a parar de nuevo a la cárcel, esta vez por «empleo indebido del dinero»: ¡Si faltaba dinero, era porque el ingeniero jefe lo administraba mal! Al cabo de un año, Ladyzhenski moría en la tala forestal.
Así, en el curso de varios años desnucaron a la antigua promoción de ingenieros rusos que constituían la gloria de nuestro país, los personajes predilectos de Garin-Mijáilovski y de Zamiatin.
Por descontado, esta riada, como cualquier otra, arrastraba también a las personas próximas o relacionadas con los condenados, por ejemplo —no quisiera empañar la brillante y broncínea faz del Centinela, [32]pero no hay más remedio— a quienes se negaron a convertirse en confidentes. Y aquí quisiéramos pedir al lector que tenga siempre en la memoria esta riada totalmente secreta, nunca desvelada al público, que en especial se produjo durante la primera década después de la revolución, cuando la gente aún tenía orgullo y muchos aún no comprendían que la moral es un concepto relativo, que tiene un sentido estrictamente clasista, de modo que se atrevían a rechazar el servicio que le proponían y era castigada sin piedad. A la jovencita Magdalina Edzhúbova le pidieron que vigilara precisamente a un círculo de ingenieros, y ella no sólo se negó, sino que se lo contó después a su tutor (a éste era al que debía espiar). No obstante, el tutor, de todos modos, no tardó en ser arrestado, y durante la instrucción lo confesó todo. Edzhúbova, que estaba encinta, fue arrestada y condenada a muerte por «divulgar un secreto operativo». (No obstante, se libró a cambio de una serie de condenas que duró veinticinco años.) Por aquella misma época (1927), aunque en un ambiente diferente del todo —entre los comunistas destacados de Jarkov—, Nadezhda Vitálievna Súrovtseva se negó igualmente a espiar y denunciar a los miembros del gobierno ucraniano. Por ello fue arrestada por la GPU y sólo un cuarto de siglo después logró salir a flote medio muerta en Kolymá. Pero no sabemos nada de los que desaparecieron.